Viaje por el palacio de Sargón IIEl patio Jorsabad
El patio Jorsabad presenta los vestigios de una ciudad gigantesca construida en tan solo diez años, al final del siglo 8 a. C. En aquella época, el actual Irak pertenecía al poderoso Imperio asirio. El rey Sargón II mandó levantar una nueva capital en Jorsabad, cerca de Mosul. Sin embargo, a la muerte de su fundador la ciudad perdió la categoría de capital. Más tarde, ya en el siglo 19, unos arqueólogos franceses descubrieron sus ruinas. Y así fue como se creó en el Louvre el primer museo asirio del mundo, que daría inicio a una disciplina completamente nueva: la arqueología oriental.
Una nueva capital
En el siglo 8 a. C., el rey Sargón II reinaba en el Imperio asirio. Hacia el año 713 a. C., tomó una firme decisión que debía asentar su autoridad: fundar una nueva capital. Eligió un vasto emplazamiento al pie del monte Musri, en el norte del actual Irak. Sería Dur-Sharrukin, la “fortaleza de Sargón”. Gracias a los botines y los prisioneros de guerra, el rey pudo emprender la construcción de esta nueva ciudad, la cual debía hacer alarde de su omnipotencia. Sus dimensiones superaban las de las ciudades más extensas del mundo antiguo. Tan solo el palacio del rey tenía 200 estancias y patios.
Una ciudad inacabada
A la muerte de Sargón II en el 705 a. C., su hijo y sucesor, el rey Senaquerib, abandonó las obras de la ciudad, todavía inacabada, para trasladar la capital a Nínive. Sargón II había muerto en el transcurso de una violenta batalla y no se había encontrado su cadáver. El misterio que envolvía su desaparición hizo temer un castigo divino. El nuevo rey, que ya había asumido la regencia en Nínive, decidió quedarse allí. El emplazamiento fue olvidándose poco a poco y no se reencontraría hasta 1843, durante las excavaciones pioneras emprendidas por Paul Émile Botta, vicecónsul de Francia en Mosul. Ese fue el principio de la arqueología mesopotámica y, en un sentido más amplio, oriental. Gracias a ese descubrimiento, salieron a la luz los vestigios de una civilización olvidada, hasta entonces conocida únicamente por la Biblia y los autores clásicos. Los descubrimientos de Botta se exponen en parte en el Museo del Louvre, donde el 1 de mayo de 1847 se inauguró el primer museo asirio del mundo.
Una decoración real... que ha perdido el colorido
Bajo el techo acristalado del patio, la luz baila sobre las grandes losas esculpidas. Originalmente, muchos de estos relieves también estaban situados en un patio, pero al aire libre. Son numerosos los que decoraban el gran patio de honor por el que se accedía a la sala del trono del gigantesco palacio de Sargón II. Estas losas de alabastro cubrían la base de las paredes de adobe y estaban realzadas con vivos colores, en especial azul y rojo. Todavía se aprecian rastros de colorido, sobre todo en la tiara (corona real) que lleva Sargón II. Los bajorrelieves representan escenas variadas (la caza con arco, procesiones de dignatarios) que evocan la vida en la corte de Sargón II y glorifican al soberano. Varias de estas piezas parecen representar el transporte de madera de cedro desde el Líbano para construir la nueva capital y dan fe de la envergadura y la rapidez de las obras, así como de la amplitud del imperio asirio, que abarcaba vastos territorios.
Genios protectores
Esta fastuosa decoración tenía también una función mágica, en especial en el caso de los genios protectores esculpidos en las paredes: su función era velar por la ciudad y su palacio. Así pues, se representaban en lugares que requerían una protección particular, como las puertas. Por eso los umbrales estaban flanqueados por toros alados monumentales. Cada uno se talló a partir de un solo bloque de alabastro gigantesco y pesa unas 28 toneladas. Estas criaturas fantásticas, llamadas aladlammu o lamassu, tienen cuerpo y orejas de toro, alas de águila y rostro humano tocado con una tiara alta, al estilo de las representaciones de Sargón II. Esa naturaleza híbrida, así como los cuernos dobles o triples, era la marca de su divinidad en el mundo mesopotámico. Al combinar los poderes de distintos seres, su fuerza protegía la ciudad y su palacio de forma benigna, como subraya su sonrisa.
El patio Jorsabad
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¿Sabías que...?
Toros de cinco patas
Al mirarlos de cara, los toros parecen estar quietos, con las dos patas anteriores unidas. En cambio, si los contemplamos de lado, están representados con las cuatro patas en movimiento. Así pues, estos genios poseen cinco patas y tienen la capacidad de presentarse al mismo tiempo en movimiento e inmóviles.
Gilgamesh
En el arte asirio, los personajes suelen aparecer de perfil. Por lo tanto, esta representación frontal es poco habitual: este hombre de más de cinco metros de altura que asfixia a un león furioso sin manifestar el más mínimo esfuerzo encarna la omnipotencia del rey. También se lo ha identificado con el héroe Gilgamesh, rey de Uruk, cuyas hazañas legendarias están relatadas en los primeros textos conocidos de la humanidad, que estaban entre los más célebres de todo el antiguo Oriente.
Obras destacadas
Toro androcéfalo alado
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