En honor a una reina de FranciaLa galería Medici
En la galería Medici se expone una de las decoraciones pintadas de mayor tamaño procedentes de un palacio parisino. Esta amplia sala se concibió especialmente para acoger los inmensos cuadros de Rubens que conforman el Ciclo de María de Medici. Aquí se reconstruye el esplendor de la galería de aparato que mandó crear dicha reina de Francia, a su regreso del exilio, en el palacio de Luxemburgo.
Un encargo real
La galería Medici reúne el conjunto del Ciclo de María de Medici, obra de uno de los mayores pintores de su tiempo, Pedro Pablo Rubens. Los lienzos están colgados siguiendo el orden cronológico de la vida de la reina, presentada de forma al mismo tiempo alegórica e histórica. María de Medici era la viuda del rey Enrique IV y la madre del rey Luis XIII, con el que mantenía una relación tensa. Cuando encargó estos cuadros en 1622, acababa de volver del exilio al que la había obligado su hijo.
Originaria de Florencia, María mandó construir en París el palacio de Luxemburgo (sede en la actualidad del Senado de Francia) siguiendo el modelo del palacio Pitti. La reina pretendía reproducir el lujo de los palacios florentinos de su infancia. Así, decidió decorar las dos grandes galerías de su nuevo palacio con cuadros que ilustraran su vida y la de su real esposo. Para ello, se dirigió a uno de los mejores pintores de su tiempo: Pedro Pablo Rubens.
Una proeza artística
En 1622, Rubens era uno de los pintores más apreciados de Europa. Formado en Flandes, Italia y España entre 1600 y 1608, antes de instalarse en Amberes, el pintor flamenco había hecho fortuna y dirigía un inmenso taller. Rubens se comprometió a acabar todos los cuadros del Ciclo de María de Medici en tan solo cuatro años y con su propia mano. Cumplió su palabra y los entregó en 1625, a tiempo para las celebraciones del matrimonio de la hija de la reina, Enriqueta, con el rey Carlos I de Inglaterra.
“Confieso que por instinto natural me siento más capacitado para ejecutar obras muy grandes que pequeñas curiosidades”, declaró el pintor. Y la galería Medici da fe de su prodigiosa capacidad de trabajo: ¡21 lienzos de cuatro metros de altura, es decir, 300 m2 de pintura, y tres grandes retratos de la reina y sus familiares! Una auténtica proeza. Sin embargo, la soberana era mala pagadora y el artista se las vio y las deseó para cobrar; tuvo que conformarse con ver la suma (considerable) de 60 000 libras reducida en un diez por ciento. En cuanto al Ciclo de la vida de Enrique IV, también previsto en un primer momento, no llegaría a realizarse.
La vida accidentada de María de Medici
En sus obras, Rubens hace todo un despliegue de destreza y diplomacia, ya que la vida de la reina era un tema delicado. En 1610, a la muerte de Enrique IV, María de Medici asumió la regencia durante la minoría de edad de su hijo, el futuro Luis XIII, y así gobernó Francia. Cuando el joven tuvo edad de reinar, la regencia llegó a su fin. Sin embargo, María trató de conservar el poder hasta que en 1617 Luis XIII impuso su autoridad, y obligó a su madre a exiliarse. María se instaló entonces en el castillo de Blois. Hubo que esperar a 1621 para que madre e hijo se reconciliaran.
Al margen de su valor artístico, el encargo de los cuadros fue para María la oportunidad de presentar la historia a su manera. Gracias al arte de Rubens, la reina madre ofreció una versión idealizada de su vida y de su actividad política. Por otro lado, el artista tampoco deseaba disgustar al rey de Francia. Su labor era difícil…
Un auténtico torbellino barroco
… y el resultado fue deslumbrante. El ciclo, impregnado de un aire barroco, combina con gran libertad las escenas históricas y las figuras alegóricas, el realismo de los retratos y el ingenio de los personajes mitológicos. Hace aparecer a divinidades grecorromanas y referencias cristianas para glorificar a María. En La instrucción de la reina, por ejemplo, Minerva, la diosa de las artes y las ciencias, y Mercurio, mensajero de los dioses, participan en su educación de futura soberana.
El estilo es barroco, con composiciones variadas y exuberantes. Desde los drapeados hasta las nubes, todo es impetuosidad y movimiento. Los cuerpos de los personajes, rollizos, carnosos y de tez nacarada, parecen arremolinarse en un tumulto de colores. Y, a pesar de esa profusión y esa variedad, el conjunto de lienzos no deja de ser armonioso.
Un ciclo al completo
En el palacio de Luxemburgo, el Ciclo de María de Medici estaba colgado en una galería mucho más angosta que esta. Los cuadros, transportados al Louvre en 1790 para ser restaurados, se exponen en sus paredes desde 1817, en un principio en la Gran Galería. En 1899, se trasladaron a la gran sala del primer piso del pabellón de Sesiones. El arquitecto Gaston Redon, responsable de ese cambio, privilegió el aspecto decorativo: para hacer referencia al palacio de Luxemburgo, los lienzos se presentaban con marcos dorados en una pared roja. Además, no estaban colocados en orden.
La presentación actual de las obras en el ala Richelieu tiene la doble ventaja de realzarlas y de exponerlas según la disposición concebida por Rubens. Así, uno de los conjuntos más imponentes del Louvre ha recuperado su coherencia.
Ciclo de María de Medici
Pedro Pablo Rubens, El nacimiento de la reina en Florencia el 26 de abril de 1573
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¿Sabías que...?
Una llegada espectacular
Esta es la obra más famosa de todo el ciclo. Ha despertado la admiración de visitantes ilustres, entre ellos el pintor Delacroix, que estudió en ella el arte de los reflejos. El artista observó en particular las gotas de agua que resbalaban por la piel de las divinidades marinas. A su llegada a territorio francés, María aparece acompañada de personajes reales como su hermana Leonor de Medici, pero también de alegorías y figuras mitológicas como Neptuno, que guía a la nave a buen puerto.
¿Sabías que...?
Coincidencias históricas
Por esas casualidades de la historia, Rubens estuvo presente en varios momentos especialmente importantes de la vida de la reina. En 1600, el pintor había asistido a los festejos celebrados en Florencia con motivo de la boda de María. Además, cuando en 1641 la soberana, exiliada de nuevo por su hijo, llegó a Colonia (donde murió un año después), ¡fue Rubens quien la acogió en su casa!
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